4.13.2013

Sobre los gatos, el amor y las pérdidas

«¡Uff! ¡Andando! ¡A por el gato!», pensé. Siempre me han gustado los gatos. Y éste me gusta en particular. Pero los gatos tienen su propio estilo de vida. No son estúpidos. Cuando uno desaparece, significa que le ha apetecido ir a cualquier parte. Y que ya volverá cuando tenga hambre y esté exhausto. En fin, tendré que ir a buscarlo para contentar a Kumiko. De todas formas, no tengo nada mejor que hacer.»
 Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (Haruki Murakami, 1994)


Ayer leí un artículo sobre un libro que acaba de ponerse a la venta: Lost Cat: A True Story of Love, Desperation, and GPS Technology (Caroline Paul, Wendy MacNaughton). En el texto (que cito y enlazo) se comentan muchas cosas interesantes que me han motivado a escribir este post, porque ya sabéis de mi pasión por los gatos.


Los gatos se van, los gatos regresan (casi siempre): una metáfora natural sobre la posesión y la pérdida.

"Parte de la naturaleza de los gatos es desaparecer. Así, lacónicamente. Y también reaparecer, salvo que alguna perturbación en el universo lo impida. Así, trágicamente.

Como es sabido, Haruki Murakami abunda en sus novelas sobre este motivo, que tiene mucho de literario y también de filosófico, una metáfora incidental de la vida cotidiana que anima reflexiones espirituales sobre la posesión, la pérdida, el reencuentro y la posible banalidad de todo ello. Los seres se van, siempre; los seres regresan, a veces; y en todos los casos hay que vivir con eso. De ahí, quizá, la importancia del presente como la única posesión que verdadera, fugaz, paradójicamente, tenemos.

Sobre este asunto, Caroline Paul y Wendy MacNaughton (escritora e ilustradora, respectivamente) han elaborado un emotivo relato gráfico titulado "Lost Cat: A True Story of Love, Desperation, and GPS Technology", un ejercicio imaginativo que (...) tomando como pretexto el comportamiento gatuno prototípico, traza el sinuoso camino de las emociones humanas frente al apego y el abandono, la soledad, la desesperación, el miedo, la posibilidad que queremos real y efectiva (porque quizá en el fondo la sabemos ilusoria) de relacionarnos con alguien, de asirnos a este mundo por medio del vínculo con una persona.
(...)
Un día como cualquier otro, Tibby (uno de los gatos de Caroline) desapareció. Y, como en las tragedias griegas, el cosmos entró en desequilibrio. 
(...)
Hasta que, un día como cualquier otro, Tibby reapareció. Solo que, como en un relato de Murakami (que quizá no sea más que una demorada variación de la sentencia de Heráclito), no era enteramente la misma Tibby de antes.

La curiosidad mató al gato, reza la conseja popular, pero más preciso sería decir que la curiosidad trastorna la delicada fragilidad de los aprehensivos. ¿Dónde estuvo Tibby que regresó tan cambiada? ¿Qué vivió que la transformó de esa manera? ¿Será un exceso rastrear sus andanzas con un GPS y resolver así la duda? ¿De verdad se resuelve así la duda?


“Toda búsqueda es un viaje, todo viaje una historia. Toda historia, a cambio, tiene una moraleja”, escribe Caroline en el último capítulo de su libro. Pero, por fortuna, no escribe una moraleja, sino siete, de las cuales las dos finales resumen la que posiblemente sea la mejor manera de transitar por el escarpado camino de las relaciones emocionales y humanas:

6. Nunca podrás conocer a tu gato. De hecho, nunca podrás conocer a nadie tan absolutamente como quisieras.

7. Pero está bien. El amor es mejor.

Para profundizar en el mensaje de esta historia, sin duda habrá que leer el libro (que aún no ha sido editado en español) pero lo que plantea es interesante.

Se dice que los gatos son independientes, que no necesitan de afecto. Pero lo buscan. ¿De verdad no lo necesitan? ¿Establecemos realmente un vínculo con nuestros gatos? Yo creo que sí. En principio, un vínculo en el que debe existir plena confianza para que la relación funcione, como con los humanos.

Confiar es difícil, pero necesario. Conocer a otro es aún más difícil, pero nos esforzamos. Nunca podrás conocer del todo a tu gato. Probablemente él te conocerá más a ti.

Dicen que los animales pueden verte con otros ojos, que ven el "alma", en especial los gatos, esos maravillosos y misteriosos felinos que he querido desde mi más tierna infancia. Me crié con ellos, los disfruté, los lloré al perderlos, al dejar de verlos... Pero volví a ilusionarme, y a confiar. Hoy tengo una gatita preciosa que me ha dado esperanza. Si ella puede confiar aún en los humanos, quizá yo también pueda, y bien sabe "dios" lo que me cuesta.

El amor y la pérdida van unidos, lamentablemente. Las personas que amamos no estarán siempre a nuestro lado. Mis abuelos ya no están, pero yo no he dejado de quererlos por ello. De alguna manera están aquí. En el sol de la mañana, en una canción, tras el espejo en forma de sonrisa, en el dulce ronroneo de un gato.

La vida nos cambia, los viajes nos hacen crecer. Los sueños nos hacen seguir adelante. Amaremos, lloraremos, perderemos, sufriremos. Está todo ahí. La vida es un juego, depende de uno mismo lo divertido que sea.

He crecido con temor a amar y perder, y ese temor muchas veces me ha distraído del juego, de lo importante.

Yo también soy independiente, y a veces arisca o desconfiada, como un gato... pero no soy traicionera, ni desleal, ni me importa todo un pimiento. Soy como un gato, porque los gatos no son así, a pesar de lo que mucha gente piensa.

Y en los gatos se puede confiar, no como en un perro dicen, pero de ahí su encanto. A un gato hay que conquistarle. A un gato tienes que ganártelo todos los días. Y se entregarán en cuerpo y alma, y te acompañarán cuando estés triste, y jugarán contigo cuando estés alegre. Y como si todo esto fuese poco, ronronearán.

Oh... el ronroneo... de los sonidos más relajantes y reconfortantes que existen. ¿Y por qué ronronea un gato? Porque está a gusto, porque confía en ti, porque es feliz y se siente seguro. Y el amor se basa en la confianza, en darlo todo sin esperar nada a cambio, con los ojos cerrados y ronroneando, dejándose llevar...


Como diría Elsa Punset: No es magia, es inteligencia emocional.


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5 comentarios:

  1. Precioso! Y coincido en todo!

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  2. Muy bonito post y muy interesante el libro del que hablas... Yo, como amante de los gatos, estoy completamente de acuerdo con todo.

    =^.^= Abrazos

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  3. Rocío: Me alegro que te guste y que coincidas :)

    Alawen: Muchas gracias. Es que los gatitos son muy lindos =^.^=

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  4. Qué precioso artículo, gracias.
    Atinas en las razones por las que los gatos atraen como compañeros domésticos para muchas personas, estoy seguro.
    ¿De verdad se puede querer a quien se fue?, ¿Es cariño/amor, o es recuerdo?

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    Respuestas
    1. Gracias a ti por leerlo, Iñaki.
      Cuando hablo de querer a quién se fue, siempre pienso en mis abuelos... Que nunca más estarán, pero a los que nunca dejaré de querer. Y les recuerdo casi todos los días. También quiero a mis gatos que se han ido...
      Si te refieres a otras personas, que han estado y se han ido, creo que sólo queda el recuerdo.
      De todas maneras no hay que olvidar lo difícil que es elaborar una pérdida... Pero nuestros gatos también están ahí para ayudarnos, para pedirnos una latita de comida cuando nos ven tristes o simplemente tirarnos un besito para mostrarnos que ellos sí están ahí.

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