Closer (2004) es una película dirigida por
Mike Nichols (The Graduade, Primary Colors) basada en una obra de teatro del mismo nombre, ganadora de varios premios incluidos dos
Globo de Oro al mejor actor para
Clive Owen y mejor actriz para
Natalie Portman. El reparto lo completan
Julia Roberts y
Jude Law, por lo que además de las interesantes historias que nos cuentan, está claro que puede servir también para deleite de público tanto femenino como masculino.
Closer es una de mis películas favoritas y después de haberla visto ya unas diez veces
(hace un par de días la última) me pareció que ya era hora de hablar de ella. Quizá no sea para todos los públicos, no es la clásica historia de finales felices. En palabras de mi madre que pudo disfrutarla hace muy poco aquí conmigo
“es un bofetón en toda la cara”, del cual le costó más de 24 horas recuperarse, horas durante las cuales seguimos hablando de la película, de sus personajes y motivaciones. Realmente no esperaba que le gustase, de hecho la veía tan hundida en el sofá que por momentos le preguntaba:
“¿Estás bien?” y es que
Closer puede golpearte, como la vida, como el amor, como las personas.
¿Qué es exactamente lo que buscan
Anna, Dan, Alice y
Larry? ¿El amor? ¿Acaso no lo buscamos todos? ¿Quién no quiere ser feliz? ¿Quién puede serlo? ¿Es que el amor de una pareja es lo único que puede hacernos felices? Si esto fuera así… ¿Por qué parece que nunca podemos tener aquello que deseamos? El problema es el deseo, aquello que lo pone en movimiento y que la mayoría de las veces, no sabemos qué es.
En ocasiones, creemos amar a una persona, pero sólo estamos confundiendo
amor con
necesidad y
dependencia, y eso lleva irremediablemente a la
frustración, y la
frustración nos convierte en personas
infelices. Si no somos
felices, buscamos
otra cosa… diferente. Pero ¡oh, sorpresa! Hemos vuelto a tropezar con la misma piedra.