Si hay un Gran Premio al que alguna vez me gustaría acudir, ese sería el de Bélgica en el Circuito de Spa-Francorchamps. Tenemos Suzuka, Monza, Mónaco o Nürburgring (*), pero Spa es Spa.
La mañana del sábado se presentaba lluviosa. Los terceros libres pasados por agua y a esperas de una clasificación tranquila. No fue así. Porque en Spa nunca hay tranquilidad. Eau Rouge es sinónimo de competitividad, es deseo de dejarse llevar y ver hasta dónde llegar. Es la R130 de Spa.